El pescador y la tortuga
El pescador y la tortuga es una leyenda japonesa muy antigua. De hecho es la historia más antigua que habla sobre un posible, o algún tipo, de viaje en el tiempo, siendo utilizado este recurso para expresar la forma en que el tiempo pasa tan rápido cuando nos divertimos, y tan lento cuando no.
Su leyenda
Esta leyenda nos cuenta sobre la vida de Urashima, un humilde pescador que pasó toda su vida en una isla de Japón. Él era conocido por ser amable y trabajador, levantándose temprano cada mañana para obtener los mejores peces, y ayudando a todo aquel que lo necesitara.
Urashima era un hombre simple, que disfrutaba de su vida tranquilamente. Tanta era su bondad que, cierto día, se encontró con un grupo de chicos que utilizaban a una pobre tortuga marina para divertirse, torturándola.
Él quedó completamente horrorizado con tal escena, deseando salvar a ese indefenso animal de aquellos chicos malvados, razón por la cual fue hasta donde ellos para intentar arrebatarles la tortuga. Su plan fue un completo fracaso, ya que había demasiados chicos como para ir en su contra, por ello, Urashima les ofreció todo el dinero que traía encima para que ellos le vendieran esa tortuga.
Los chicos aceptaron felizmente, dejando al fin al pobre animal en paz, permitiendo que Urashima lo salvara, enviándolo de regreso al mar. Con todo este asunto resuelto, él se dirigió sin más problemas a la playa, con la intención de pescar su merecido almuerzo.
El día pasó sin más inconvenientes, con Urashima llevándose tres enormes peces a casa. Al día siguiente, mientras se encontraba arreglando sus herramientas de pesca, escuchó su propio nombre siendo susurrado, con una voz tal que parecía que le hablasen las mismísimas olas.
Luego de buscar un poco, asustado por el repentino evento, logró encontrar al verdadero dueño de esa voz, se trataba de nada más y nada menos que la tortuga marina que había salvado el día anterior. Al verla se puso contento al saber que seguía a salvo, sin embargo, aún seguía atemorizado, debido al extraño fenómeno de la tortuga parlante.
La tortuga marina al verlo de nuevo le agradeció profundamente por su ayuda, mientras le contaba sobre su vida en las profundidades del mar, siendo una de las sirvientas de la reina de todos los mares. Además, le dijo que la reina también estaba sumamente agradecida de que salvara a una de sus sirvientas cercanas, por lo cual había decidido invitarlo al Palacio del Dragón.
Ante todo esto el pescador no sabía qué hacer, y ni siquiera podía hablar, por lo que en medio de sus nervios apenas logró inclinar su cabeza, aceptando la invitación. Con esto, la tortuga marina creció de tamaño, siendo lo suficientemente grande como para que el pescador pudiera subir a su caparazón para ser transportado al Palacio del Dragón.
Estando allí, quedó completamente maravillado por la forma y decoración del Palacio del Dragón. Tanta era su sorpresa que había olvidado de aguantar la respiración, cosa que dejó de importar cuando se dio cuenta de que podía respirar con normalidad.
Como pago por su acción, desde el momento en que conoció a la reina fue envuelto en todo tipo de regalos y atenciones, haciendo mucho más placentera su vida. Todo esto era nuevo, increíble e incluso divertido, razón por la que sentía no querer irse nunca, manteniéndose allí toda la eternidad, sin embargo, no fue capaz de hacerlo.
Un día, en el que según él ya habían pasado tres días, pero sin estar del todo seguro, Urashima le habló a la reina sobre su isla natal y su deseo de regresar a su hogar, junto a sus familiares y amigos, a quienes había visto ir por su ayuda en un sueño, cosa que ella acepta de inmediato, sin la más mínima muestra de querer mantenerlo consigo.
La pobre reina, quien se encontraba melancólica por la partida de alguien que en poco tiempo logró volverse un amigo cercano, decidió darle un último regalo, como última muestra de su gratitud y buenos deseos. Ella le dio a Urashima una bella caja con decoraciones de perlas, mientras le decía que, si nunca era abierta la caja jamás tendría un problema, y tendría constante buena suerte y felicidad.
Lamentablemente, apenas salió a la superficie se dio cuenta de la realidad, pues con cada paso que daba desconocía las calles y casas de su propia ciudad, descubriendo que todos los que conocía ya no se encontraban en este mundo, pues habían pasado tantos años en el mundo terrestre que incluso él debería estar ya muerto.
Ante esto, lo único en lo que podía pensar era en saber cómo le había ido a sus familiares, preguntando por ellos a todo los nuevos habitantes de la ciudad, de los cuales, solo llegó a responderle un hombre mayor que afirmó haber escuchado la historia de la muerte de Urashima cuando era pequeño, como una advertencia de no ir a nadar al mar estando solo.
Urashima estaba devastado, ya no quedaba nada para él allí, sin familia, amigos o siquiera conocidos. Lo único que le quedaba era la caja que le había regalado la reina y, pensando que tal vez si la abría, regresaría al mar, terminó por hacerlo, descubriendo que lo que esta caja guardaba no era ni de lejos su pasaje de ida al Palacio del Dragón, sino su edad, la cual le afectó en el momento en que la abrió, aumentando su edad con cada segundo, hasta el punto en que no quedó nada de él.
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