Shita-kiri Suzume

Imagen del cuento original disponible en la biblioteca digital mundial
La leyenda del gorrión de la lengua cortada es una de esas fábulas cuyo objetivo es enseñar una lección a otros, especialmente a los niños. Este antiguo relato nos habla sobre la avaricia, el egoísmo y sus consecuencias, así como recordarnos que las acciones buenas siempre tienen su recompensa (al menos en los cuentos).
La leyenda del gorrión de la lengua cortada
Hace mucho tiempo vivían en una isla de Japón, dos parejas de esposos ancianos, que eran vecinos. El primero, eran personas muy pacíficas y amigables, que vivían plenamente su vida, amándose y trabajando fuertemente en sus cosechas.
La segunda, era de un amable leñador, con su avariciosa y tacaña esposa, de mal carácter, que se pasaba casi todo el día quejándose de su vida, deseando más, a pesar de su avanzada edad.
El primer matrimonio amaba los animales, por lo que tenían un gorrión de mascota, que amaban tanto como a un hijo. Un día, este gorrión salió volando en la mañana como era usual, sin embargo, pasaron las horas, y no regresó, lo que preocupó a la pareja.
Por su parte, el hombre del segundo matrimonio había salido a cortar leña como todas las mañanas, cuando de pronto se encontró con un gorrión herido en el suelo. Sintiendo lástima por él, decidió llevarlo a su casa, para ayudarlo a sanar.
Su esposa no estaba de acuerdo con su decisión, reclamándole por llevar un animal a su hogar, y pidiéndole que lo botara por ahí, dejándolo morir. Nada de esto le importó al leñador, que cuidó con cariño al pobre animal.
Por desgracia, él no podía estar todo el tiempo a su lado, por lo que a la mañana siguiente, cuando salió a trabajar, el ave se quedó a solas con la esposa de mal carácter. Ella estaba muy molesta por la decisión de su esposo, pero tampoco hizo nada al respecto de inmediato.
Pero, cuando el pobre gorrión se movió buscando comida, se encontró con el almidón que la mujer había dejado cerca, y se lo comió. Este almidón era realmente para el uso de la mujer, por lo que al ver que el pájaro se lo comió, furiosa, lo tomó y le cortó la lengua, para luego liberarlo.
Debido al escándalo, los vecinos se dieron cuenta de que el gorrión había ido a parar allí, y sabiendo lo que había ocurrido luego, salieron inmediatamente a buscar por todas partes a su amada mascota, gritando mientras lloran “¿Dónde se aloja el gorrión de la lengua cortada?”, internándose en las montañas.
Luego de unas horas, al fin lograron hallar la casa de los gorriones, donde fueron recibidos amablemente. El gorrión, feliz de ver a su señor y señora habían venido a buscarlo, a pesar de lo duro que fue su viaje debido a la avanzada edad, quiso agradecerles, sirviéndoles sake y pescado, para que quedaran saciados y pudieran descansar.
Entre la comida, la bebida y la música, tuvieron un gran momento de alegría en la casa de gorriones, bailando con ellos, hasta que se hizo tarde. Los ancianos se vieron obligados a irse, ya que volver después del anochecer sería muy peligroso para ellos.
El gorrión, queriendo darles una última recompensa, les ofreció dos cestas de mimbre, una enorme, casi de la misma altura que ellos, y otra, de tamaño normal. El gorrión entonces les preguntó cuál de las dos deseaban llevarse, a lo que la pareja respondió que sería la pequeña, ya que eran viejos, y llevar mucho peso les haría daño.
Al llegar a la casa la pareja abrió la cesta, descubriendo dentro de esta un sinfín de tesoros. En esa pequeña cesta había oro, sedas y muchas joyas, y cada vez que sacaban algo, la cesta volvía a llenarse, volviéndolos ricos rápidamente.
La mujer avariciosa se llenó de celos, al ver lo prósperos que se habían vuelto sus vecinos gracias a ella, así que decidió ir en búsqueda de la casa del gorrión, para exigirle una de estas cestas. Así, la anciana fue sola a la montaña, perdiéndose por casi un día entero, hasta que al fin encontró la casa del gorrión.
Este, al verla, sabiendo el tipo de persona que era, y lo que buscaba, la dejó entrar a su casa. No pasó mucho hasta que el gorrión le ofreció por sí mismo las dos cestas, sin embargo, cegada por su codicia, la mujer escogió la más grande y pesada, pensando que así, su fortuna sería más grande que la de sus vecinos.
La anciana salió de la casa con esta cesta en la espalda, apenas logrando caminar, con las piernas temblando por el esfuerzo, mientras que los gorriones reían a sus espaldas, sabiendo lo que le aguardaba. La mujer se cansó al poco rato, pues además de estar cansada, tenía miedo, ya que se había hecho de noche, y no podía ver hacia donde se dirigía.
Aun así, nada de esto la hizo dudar de su decisión, por lo que, estando muy feliz de obtener la cesta de mimbre, aprovechó el descanso para darle una mirada a su nuevo “tesoro”. Pero, lo que encontró, no fueron oro ni mucho menos joyas, sino a los mismísimos demonios, que habían esperado a que alguien abriera la cesta que los tenía prisioneros, para levantarse y devorarlo.
Así terminó la vida de la mujer, por culpa de su propia codicia, enseñando que siempre se debe ser amable, y no desear lo de otros.
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