La dama que descendió de los cielos, leyenda coreana

La dama que descendió de los cielos

dama que descendió de los cielos

La leyenda coreana sobre la dama que descendió de los cielos, nos cuenta la historia sobre un joven estudiante, de familia adinerada, llamado Seon Gun, quien, por quedarse hasta altas horas de la noche estudiando, cayó profundamente dormido poco después, en la biblioteca.

Mientras soñaba, se encontró allí a una dulce doncella, que lo dejó hipnotizado con su belleza. Él, cautivado, quiso acercarse a ella y hablarle, pero por desgracia, justo cuando logró alcanzarla, ella desapareció. 

Seon Gun, enamorado, no podía dejar de pensar en ella, anhelando el día en que al fin pudiera volver a verla, aun si se trataba de un breve sueño. Una noche, ella volvió a aparecer, esta vez, con toda la intención de confesarle su amor. 

A pesar de tratarse de un amor correspondido, Seon Gun y la misteriosa mujer no podían estar juntos, ya que el padre de ella, el dios de los cielos, le impedía descender al mundo humano. Decepcionado, Seon Gun terminó enfermando por mal de amor, preocupando a sus padres, quienes desconocían la causa de todo esto.

Ella solo podía pedirle paciencia, mientras le regalaba un retrato en sus sueños, para que siempre la mantuviera presente en su mente, haciendo de esa forma, la espera más ligera. Además le sugirió que consiguiera una concubina, para que lo entretuviera hasta que ella llegara a instalarse como su esposa. (Algo que ciertamente es difícil de comprender en la actualidad, pero que era normal en aquel entonces).

Unos días después, Seon Gun se recuperó de su enfermedad por completo, gracias al apoyo de su amada y, se sorprendió gratamente cuando encontró el retrato que le había regalado en sueños, en su habitación real. Ese mismo día, sus padres trajeron consigo a Me Wol, quien fue elegida por ellos, para ser su concubina. 

Pero, al no tener esperanzas de verla fuera de sus sueños, volvió a enfermarse, cosa que conmovió a su amada, que no era capaz de creer todo el amor que le profesaba con ello. Aunque se sentía alagada, ella sabía que aquello solo le causaba daño a Seon Gun, por lo que le dijo, que al fin lograrían verse, pero solo si él se recuperaba, y la buscaba dentro de la más bella flor de loto de un jardín.

Esto llenó de alegría a Seon Gun, logrando recuperarse en un tiempo récord. Seon Gun buscó en cada flor de loto de su jardín, y al no encontrarla, fue a los jardines de sus vecinos, yendo cada vez más lejos, para poder hallarla.

Al verla, su corazón se detuvo por un instante, por la enorme felicidad que lo inundaba. Ambos se juraron amor eterno en aquel momento, mientras caminaban hacia la casa de Seon Gun, con la intención de presentarla a sus padres, y pedir por su bendición.

Ellos quedaron completamente complacidos por su nuera, quien era perfecta en todo sentido, permitiéndoles casarse inmediatamente. Sin más preocupaciones, pasaron varios meses siendo una pareja feliz y amorosa.

Cuando los exámenes finales de Seon Gun llegaron, no le quedó de otra más que irse a Seúl para presentarlos, sin embargo, él era incapaz de dejar sola a su esposa, por lo que siempre terminaba por arrepentirse a mitad de camino, regresando en las noches, en las que compartía cama con ella. 

A la mañana siguiente de cada encuentro, intentaba irse, pero no lo lograba. Esto puso muy celosa a la concubina, que no podía seguir viendo a su amante en brazos de otra mujer, así que se aprovechó de la situación, acusando a la esposa de mantener relaciones con un hombre desconocido cada noche, mientras su esposo se encontraba fuera.

Sus suegros no quisieron creer esto al principio, pero, cuando el padre se quedó de vigía cierta noche para averiguar la verdad, vio la sombra de un hombre entrar al cuarto de la esposa, y salir en la mañana. 

El padre, que no fue capaz de identificar a su propio hijo, fue cegado por la ira, obligando a la esposa a confesar su crimen. Como ella era inocente, le fue imposible sacarle una confesión y, viéndose acorralada, ella le dijo a sus suegros que si no le creían, que recurrieran a un veredicto sagrado, mediante el cual debían lanzar una horquilla al aire. Si la horquilla se clavaba en su corazón, era culpable, si por el contrario se clavaba en el suelo, era inocente.

Su suegra creyó en sus palabras, pero él no, dictando como castigo morir de hambre. Seon Gun se enteró de lo sucedido apenas volvió, deprimiéndose al saber, que todo esto era su culpa, por no irse desde el primer día. Él le recriminó a su padre por tomar esa decisión, en vez de esperarlo, mientras lloraba la pérdida de su amada esposa. 

Justo cuando creía que no la volvería a ver, ella volvió a parecer entre sus sueños, igual que en su primer encuentro. En este, su esposa le contó que la verdadera culpable era la concubina, que sabía la identidad del hombre que la visitaba, pero que aun así lo usó en su contra.

Ahora, era Seon Gun quien se encontraba furioso, echándola de la casa, mientras él y sus padres lloraban consternados por haber sido engañados. Al ver esta escena, el dios de los cielos se apiadó de la pareja, enviando a su hija nuevamente a la tierra, para que viviera una feliz y sencilla vida mortal, al lado de su amado.

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