Daruma, los amuletos de la perseverancia

Los Daruma

Daruma

Los Daruma son uno de los amuletos japoneses más famosos, que llegan a venderse en el extranjero comúnmente, en casi cualquier “tienda china” o tienda “esotérica”. Son fácilmente reconocibles por su usual color rojo (aunque esto puede variar), y su rostro sin pupilas. 

Son utilizados como amuletos de suerte, de disciplina y motivación, ya que se compran cuando la persona se plantea un objetivo personal, y siente que necesita un empujón para poder cumplirlo.

Se suelen dejar a la vista, para poder recordar estas metas, y jamás olvidarlas, dejando de lado la procrastinación.

 

¿Cuál es el origen de los Daruma?

La leyenda de Bodhidharma

Los amuletos Daruma se deben al padre del budismo zen, Bodhidharma.

Siendo de origen persa, Bodhidharma fue un monje que decidió viajar hasta China, con el fin de aprender más del budismo, en el año 527. Lamentablemente, una vez en Shaolin, el templo central de China, se le fue negado el ingreso al mismo, razón por la cual, decepcionado, pero perseverante, se estableció en el monte Song, una montaña muy cercana al templo.

Una vez allí, se centró en la meditación, esperando pacientemente, a que un día sus enseñanzas fueran valoradas por devotos discípulos. Pero, su suerte siguió sin cambiar por un largo tiempo. 

Pasaron los meses, y él permanecía en una meditación profunda, independientemente de los factores externos como el clima, o cualquier otra dificultad. Aun así llegó a tener un par de problemas para mantenerse, en varias ocasiones, razón por la cual tomó la decisión de cortarse los párpados, para no quedarse dormido.

Estos meses se convirtieron en años, en los que se cuenta, que su perseverancia era tanta, que sus brazos y piernas terminan por caerse, o ser absorbidas por el resto del cuerpo, debido al nulo uso que se les daba. 

Esta meditación duró un total de 9 largos años, en la cual el monje quedó, de forma muy parecida a la figura del amuleto. Una figura pálida, de ojos saltones, sin brazos y piernas, que siempre volvía a levantarse, sin importar cuántas veces se le tumbase.

No fue sino hasta 3,000 días de continua meditación, que logró llegar a la iluminación, siendo a su vez aceptado por el templo Shaolin, quienes ahora admiraban su fuerza de voluntad. Es en este momento es que el monje Bodhidharma comenzó a enseñar su dogma, el budismo zen.

 

Los primeros Daruma

Tiempo después, comenzaron a crearse pinturas y figuras en cerámica, que representaban a este monje. Su intención, era la de honrar su memoria y sus enseñanzas, así como de alentar a los demás monjes a seguir sus pasos, para que nunca se rindieran. Su simple imagen era un recordatorio de que, si él podía hacer tal proeza, los demás debían de seguir su ejemplo.

De esta forma su imagen se fue volviendo cada vez más famosa, al punto de dejar de ser para el uso exclusivo de los demás monjes, permitiendo que cualquier otra persona pudiera obtener estas representaciones. 

Pronto, su figura se fue convirtiendo en algo más “genérico”, pues al empezar su comercialización, era importante que fuera fácilmente identificable, lo que le terminó dando el aspecto que conocemos hoy en día.

Algo muy bueno de esto, es que a pesar de haberse vuelto más comercial, su significado no llegó a ser adulterado, manteniéndose como un amuleto que busca motivar y alentar, pero que en ningún caso, se vende como un “cumplidor de deseos”, cosa que pasa con la gran mayoría de amuletos.

Daruma

¿Cómo se utilizan los Daruma?

Este es un amuleto de uso muy sencillo, pues cada figura viene con los ojos en blanco, los cuales, debe pintar la persona que le va a dar un uso.

  • Para comenzar, se pinta el ojo de un solo lado, mientras se piensa sobre la meta u objetivo que se tiene.
  • Luego, se deja al amuleto en cualquier lugar visible de la casa o negocio, el dónde este no importa mucho, sino lo fácil que sea para nosotros verlo, ya que su función es la de recordar la meta.
  • Cuando el objetivo se ha cumplido, se pinta el otro ojo, dando por finalizado su uso.

¿Y luego qué?

Hay dos opciones en este caso.

La primera, la más común, y la que se considera correcta, es la de quemar el amuleto luego de utilizado.

Esto se debe a la creencia japonesa de que todo amuleto tiene un tiempo de uso, por lo cual, una vez que acaba, el amuleto debe devolverse a los dioses, como un agradecimiento por su ayuda.

Pero, tampoco es como si simplemente le prendiéramos fuego en la cocina. Existe toda una ceremonia para quemar a los muñecos Daruma, llamado Daruma Kuyo, en la que todas las personas llevan sus amuletos, usualmente a fin de año, a un templo, donde el monje o sacerdote se encargará de hacer una gran hoguera para todos ellos.

Este festival tiene lugar también por el hecho de que se cree que los Daruma deben cambiarse cada año, para renovar la fuerza de nuestra perseverancia, y que cada año, un amuleto más grande, significa más motivación. 

Claro que, esto es solo cosa de Japón (y si acaso un par de países asiáticos más), y estos amuletos los venden en casi todo el mundo, por lo que es imposible que todos cumplamos con ese ritual. Pero no hay problema, siempre puedes hacer una pequeña fogata de agradecimiento en un patio o algo por el estilo. 

Si por otra parte no te llama la atención quemar cosas, tienes la segunda opción. Esta segunda opción es la más común en occidente, y se trata de coleccionar los amuletos, como una fila de logros, para motivarse aún más.

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